Echo de menos tus
besos, tus abrazos, tus caricias. Echo de menos los momentos en que nos reíamos
a carcajadas, en que no sabíamos que decir y en los que simplemente sobraban las
palabras. Echo de menos los mensajes que me sacaban sonrisas, tus buenos días y
las buenas noches. Supongo que todo lo
que echo de menos de ti son mentiras, que no debería de extrañarte, que debería
dejar de pensar en ti. Lo intento pero no puedo. No compartimos nada y parece
como si lo hubiésemos tenido todo. No sé muy bien que me pasa, y tampoco tengo
intención de averiguarlo. Solo quiero olvidarte, y que no aparezcas cuando
estoy a punto de conseguirlo. No quiero que mi vida gire alrededor de ti, no
quiero mover cielo y tierra por verte. No quiero que seas el motivo de mi felicidad.
Quiero hacerme feliz yo misma, sin necesitarte, sin buscarte, sin verte, sin
escucharte. No quiero reencontrarme contigo, no quiero que vuelvas a poner mi
mundo patas arriba. Por más que me duela escribir esto, no quiero que aparezcas
para destrozar los pedazos de mi corazón que quedan. Por más que te eche de
menos. Creo, que estoy mejor sin ti.
Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.