Cuando
te das cuenta de que es la persona indicada, lo notas, y ella lo notó. Tal vez
fue el beso, tal vez fue por tenerlo tan cerca. Había decidido arriesgarse y el
resultado no había podido ser mejor. Por primera vez en tanto tiempo había sentido
aquella felicidad, aquellas mariposas que solo hablaban de ella los enamorados.
Ella había estado enamorada, es más, pensaba que lo estaba, pero no sabía lo
que era verdaderamente el amor hasta ese momento, y ahora que lo tenía, lo iba
a perder.
-Quédate…
- Le susurró, apoyando su cabeza en el hombro de él. – Quédate, por favor,
quédate… -Como si repitiéndoselo más veces hiciese que cambiase de opinión.
Pero
él no decía nada, solo se limitó a abrazarla, fuerte, con todas las ganas del
mundo. ¿Cómo es posible que el destino le hiciera esto a él? Había perdido a
una persona muy importante. Pero ahora la tenía a ella, y podía quedarse ahí
abrazándola toda la tarde, e incluso todo el mes, todo el año o toda una vida.
No quiere irse, pero tiene que hacerlo, sabe que mientras camine hacia una
nueva vida, sus ojos volverán a mirar atrás. Porque no puede dejarla, porque no
puede mirarla a los ojos y decirle que cada noche va a pensar en ella aunque
esté a kilómetros de distancia. ¿Por qué esa situación tan difícil? ¿Por qué ha
llegado tan tarde? Hace unas horas nada le ataba a ese lugar, es más, quería
largarse de allí cuanto antes. Empezar de cero, con una vida diferente, y sin
ellos. Pero ella ha llegado, y la decisión de marcharse ha quedado envuelta en
duda, porque él ya se había hecho la idea de decirle adiós.
-Por
favor, no te vayas, no te alejes de mí… No quiero que desaparezcas, no quiero
perderte, llámame egoísta si quieres, pero es que me ha costado mucho tiempo
encontrarte para ahora saber que te vas. – Ella se abraza más fuerte a él. Si
pudiera tener un poder, elegiría el poder tenerle. El poder de haberse dado
cuenta mucho antes de todo.
El
chico cierra los ojos y los aprieta con fuerza, han sido muchas emociones en
tan pocos días. Una lágrima desciende por la mejilla. Parece mentira que en el
mismo lugar donde un día le dijo lo que sentía era el mismo donde ahora le
estaba diciendo adiós.
La
luz tenue de las farolas de aquel mirador al mar empezó a encenderse. Era el
lugar preferido de ellos dos, apenas iba gente y el sonido del mar les hacia
olvidarse de los problemas, menos aquella vez.
Comenzó
a levantarse el viento. Había llegado Septiembre, el mes temido por la mayoría
de la gente. Ese mes significaba volver a la rutina, pero para ellos no
volvería a ser la misma. No cuando les falta algo, sobre todo a él, algo que no
se puede reparar, algo que no puede volver, algo que no se puede reemplazar de
ningún modo.
-Te
quiero. – Se atrevió a decirle él mientras acariciaba su melena rubia. Cuanto
le hubiese gustado estar así todo el verano. Pero ya no puede volver atrás.
-Pues
si me quieres quédate. – La mirada de la chica se clavó en la de él. – Te
prometo que todo va a ser diferente.
El
chico no podía contestar, estaba en un gran dilema. Eligiese lo que eligiese
iba a ser una nueva vida, con ella o sin ella.
-Cada
día voy a sacarte una sonrisa, no va a ser como las que te sacaba… Pero… Te
prometo que voy a intentarlo. Y si es por el dinero… - La chica para de hablar.
Él se levanta y se pone de espaldas a ella.
-¿Por
qué todo es tan injusto? ¿Quién iba a decirme hace dos meses y medio que iba a
pasar esto?
Ella
baja la cabeza, si hace unos meses lo hubiera sabido… Hubiese hecho lo posible
por evitar que eso pasase. Aunque haya algo que desgraciadamente no se hubiese
evitado. Si hace unos meses… ¿Quién tiene idea de lo que va a pasar en unos
meses? Si pudiera volver a Junio sabiendo lo que iba a ocurrir, muchas cosas
hubiesen cambiado.
Pero, desgraciadamente, no tenían ni idea.