Quería salir de ahí cuanto antes, así que
cuando sonó el timbre no tardé ni un minuto en recoger mis cosas y salir por la
puerta de clase. No pude ni dar tres pasos cuando me cogió del brazo intentando
pararme.
-¡Julio suéltame! –Dije intentando soltarme
de él.
Pero fue inútil, me agarró más fuerte y me
condujo hasta el cuarto de baño de chicos, cerró la puerta y se acercó a mí.
No quería mirarlo, no podía, y tampoco quería.
Se puso justo en frente de mí, mirándome con
ojos de súplica. Por más que estuviera enfadada con él, todavía conseguía ponerme
nerviosa sin ni siquiera tocarme.
-Por favor, solo quiero hablar contigo,
solo quiero explicártelo. – Empezó a decirme como un susurro.
-¡No quiero escucharte! ¡¿Por qué no me
dejas en paz?! Haz tu vida, y déjame tranquila. –Exclamé con toda mi rabia.
Aunque más bien era desesperación.
-¡No hasta que me escuches! ¡Y podemos
quedarnos aquí toda la tarde si no me escuchas! Yo no tengo prisa.
Suspiré, me tenía acorralada entre el
lavabo y su cuerpo. Tenía ganas de llorar, pero no iba a dejar que me viera
soltar una lágrima por él.
-Como entre algún profesor y nos vea…
-Eso es lo que menos me importa ahora. – Me
interrumpió.
Resoplé, aunque no quisiera, lo iba a
escuchar de todas formas. Así que no me quedó otro remedio.
Por un momento pude hacerme la fuerte y
mirarlo a los ojos, aunque eso hizo que me rompiera por dentro. ¿Cómo podía haberme
hecho esto? O mejor dicho; ¿Cómo podía haber dejado que me lo hiciera? Había
jugado conmigo, creado ilusiones, por un momento pensé… Bah, no quiero ni
recordarlo.
-Nadia. – Empezó a decirme. Me encanta como
suena mi nombre cuando lo dice él. – Sé que… He sido un capullo pero… - Empezó
a tartamudear, miraba para todos los lados como queriendo encontrar las
palabras adecuadas. Pero aunque las encontrara, yo no lo iba a creer.
-Pero no es lo que te crees. – Continuó. – Todo
es tan complicado… Cuando estoy contigo… Todo es…
No podía terminar ni una frase, notaba que
estaba muy nervioso, sé que le cuesta trabajo expresar sus sentimientos y que
lo estaba pasando mal por todo lo que había pasado.
-¿Cuándo estás conmigo o cuando estás con
la otra? – Pude decir con todo mi rencor.
Aunque estaba enfadada y no quería hablar
con él, si que tenía ganas de soltarle todo lo que pensaba. Es la mejor forma
de desahogarse.
-Eso es lo que quiero explicarte Nadia.
Pero tienes que entenderme, tienes que comprender que… No todo es culpa mía,
joder, tú sabes que yo no quería ninguna relación formal después de lo de Andrea.
Y eres la única que lo sabes. Cuando me dejó no quería saber nada de chicas por
un tiempo. Solo quería centrarme en el baloncesto y en poder sacarme el
puñetero 2º de Bachillerato. Pero apareciste tú, la chica dulce, la chica que
hace que cualquier cosa, aunque sea cocinar, sea divertida, la chica que me da
tranquilidad, paz. Nadia... – Hizo una breve pausa hasta continuar. – Tú eres
la única chica que me ha hecho entender que para pasarlo bien no hace falta enrollarse.
Si pudiera creerle… Ojalá pudiera, pero mi
corazón está destrozado.
-¿Y por eso te morreas con otra?
-Lo de Ainhoa… Yo no quería que pasara. Si
te soy sincero, me gusta, pero… Estoy hecho un lio.
Ahí comprendí que parte de la culpa era mía,
por esperar mucho de él, porque pensaba que iba a estar conmigo, cuando… Son
tantas las cosas que me pasan por la cabeza… Mi cerebro está colapsado.
-Estás confundido. – Dije al fin con un
hilo de voz.
Afirmó con la cabeza y cerró los ojos. En
esos momentos lo veía tan vulnerable, a pesar de su dureza, hoy he podido abrir
el caparazón que esconde a su corazón.
-Pero aún así. –Empecé a decir. -No tenías
derecho a jugar conmigo. Yo tampoco me merezco esto. Lo estoy pasando muy mal
por ti Julio. Sabes todo lo que siento y me he sentido una mierda al saber que
todo lo que me decías a mi también se lo decías a otra. Me has mentido y… ¿Cómo
sé que no lo haces ahora?
-¿Qué? No te he mentido Nadia.
-¡¿Qué no?! ¡Me has estado ocultado esto
mucho tiempo! ¡Julio tú sabías lo que sentía por ti casi desde el principio y ni
siquiera se te ocurrió contármelo! ¡Me he enterado porque mi amigo te ha
pillado enrollándote con otra! Si no me lo hubiese contado… Hubieras seguido mintiéndome
y jugando conmigo durante mucho tiempo más. – Bajé la cabeza, estaba empezando
a aparecer el maldito nudo de garganta. No quería hacer pucheros.
-¡No! Te lo iba a contar tarde o temprano. Pero
no sabía cómo hacerlo. No quería que te alejaras de mí. No quería perderte.
No pude contenerme más, una lágrima empezó a
recorrer mi mejilla. Demasiados sentimientos en mi débil corazón.
-Mírame. – Con su mano me levantó la cabeza. –
Nunca te he dicho nada que no sintiera. En eso tienes que creerme.