Hiciste las maletas y te fuiste.
Maldita sea el momento en que te llevaste también mi corazón. Aún recuerdo ese día
cuando hablaste conmigo y mi corazón
se aceleró, como te esquivaba con la mirada cuando solo quería mirarte. Intento dar pasos firmes a esta decisión
difícil, pero sé que no tengo tiempo de perder el tiempo, tengo que seguir,
volver a verte en el mismo lugar. Quiero encontrarte allí otra vez. Quiero
encontrarme a mi misma porque cuando te fuiste aquel día, yo también me fui.
Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.