Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.

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Solo espero que el cerezo siga en flor, después de que el invierno afile sus garras.



Un nuevo amanecer, un nuevo día. “Esfuérzate y sé valiente” fueron las palabras que te escuché decir antes de que yo pudiera mencionar palabra. Y es que a veces te cansas de esperar, y piensas que las cosas te van bien cuando realmente no van, y a veces te frustras, te exiges demasiado y quieres que todo sea perfecto. A veces quieres que todo suceda ahora, sin darle tiempo al tiempo, a veces… lloras. Pero es que en eso consiste la vida; en malas rachas, en buenos momentos, en recuerdos inolvidables y en personas que nunca dejaran huella en tu vida. Tú me has ayudado a superar mis miedos, a alzar la voz, a olvidar lo inolvidable. Sé que hay una “nueva yo”, porque creo en mí, porque me he cansado de mirar lo malo de las cosas, de comerme la cabeza. Si, lo admito, puedo sentir esa sensación de libertad. Puedo sonreír sin más, nada me falta. He vivido y estoy viviendo.