-Bueno… es… Sobre el otro día. Lo que pasó.
– Estaba roja como un tomate. Mis ojos no hacían más que mirar al suelo.
-¿Qué día? ¿Te refieres a la fiesta?
-Si – Dije tímidamente.
-¿Qué pasó?
-¿No sabes que pasó?
Puso
cara de pensativo. Se cruzó de brazos, como si le costase trabajo acordarse.
Espero que solo estuviese bromeando.
–Si te digo la verdad. No me acuerdo.
Puse los ojos como platos. ¡¿Enserio no se
acordaba?!
-¿Cómo que no te acuerdas? ¿Me estás
vacilando?
Él negó con la cabeza.
-De verdad, no me acuerdo. Ese día me pasé
bebiendo y recuerdo que me levanté al día siguiente con un dolor de cabeza…
Puuff…
Quería morirme de vergüenza. ¡No se
acordaba de nada! ¿Para qué me había tomado la molestia de ir a hablar con él?
¡Si no significó nada! Que idiota soy…
-Emm… Mira, creo que he cometido un error
por venir a hablar contigo. Así que olvídalo.
Me dirigí hasta la puerta de su casa. Pero
de pronto me cogió de la mano, me giró e hizo que chocase contra su pecho. Dimos
unos pasos para atrás hasta que sentí la pared en mi espalda. Otra vez
acorralada por él.
-Tonta, como no me voy a acordar si es en
lo único que he pensado…