-Hazel Grace – me dijo, y mi
nuevo nombre sonaba más bonito en su voz-. Ha sido un verdadero placer
conocerte.
-Lo mismo digo, señor Waters – le
contesté.
Al mirarlo, sentí un ataque de
timidez. No podía sostener la intensidad de sus ojos azules.
-¿Puedo volver a verte? –me preguntó.
Su voz sonó nerviosa, y me
pareció entrañable.
-Claro – le contesté sonriendo.
-¿Mañana? – me preguntó.
-Paciencia, saltamontes – le aconsejé
-. No querrás parecer ansioso…
-No, por eso te he dicho mañana –
me contestó-. Quisiera volver a verte hoy mismo, pero estoy dispuesto a esperar
toda la noche y buena parte de mañana.
Puse los ojos en blanco.
-Lo digo en serio – añadió.
-Ni siquiera me conoces -le dije
Cogí el libro del salpicadero.
-¿Qué te parece si te llamo
cuando lo haya leído? – le pregunté.
-No tienes mi número de teléfono.
-Tengo la firme sospecha de que
lo has anotado en el libro.
Sonrió de oreja a oreja.
-Y luego dices que no nos
conocemos…