-No eres mi tipo,
de la misma forma que yo no soy el tuyo –dice-. Pero por eso somos buenos el
uno para el otro. Somos muy diferentes, pero a la vez iguales. Una vez me
dijiste que saco lo peor de ti. Pues tú lo mejor de mí. Sé que tú también lo
sientes, Tessa. Y, sí, no me gustaba salir con nadie, hasta ahora. Haces que
quiera salir contigo que quiera ser mejor persona. Quiero que pienses que te
merezco; quiero que me desees como yo te deseo a ti. Quiero discutir contigo,
incluso que nos gritemos hasta que uno de los dos admita que se equivoca.
Quiero hacerte reír, y escuchar tus desvaríos sobre los grandes clásicos… Te
necesito. Sé que a veces soy cruel…, bueno, casi siempre lo soy, pero eso es
porque no sé ser de otra manera. – Su voz se convierte apenas en susurro, y me
mira con los ojos desorbitados-. He sido así durante tanto tiempo que nunca
había querido cambiar. Hasta ahora, hasta que te conocí. Tú… ¿Sientes lo mismo?
– me pregunta, y yo asiento.
-No asientas. Por
favor, dilo. – La desesperación alimenta sus palabras.
-Sí, Hardin,
siento lo mismo – le digo. No me sale un discurso tan bonito o significativo
como el suyo, pero esas sencillas palabras parecen bastarle.
-Y ¿qué hacemos
ahora? – pregunta -. Soy nuevo en esto – añade sonrojándose.
-Bésame- le digo
Todo parece un
sueño. De alguna forma, sé que se trata de la calma que procede a la tormenta,
pero ahora mismo él es mi ancla. Y espero que no me hunda.