Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.

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De pronto mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida.


Miro tus ojos y estoy en un enigma. ¿Me ves? ¿Por qué no puedes mirarme de la manera en la que yo te miro? Podía quedarme aquí, mirándote toda la tarde e incluso podría quedarme mirándote todo el mes, todo el año o podría mirarte toda una vida. Cuando caminas cerca intento decirlo, pero entonces me congelo y nunca lo hago. Mi lengua se tranca, las palabras quedan atrapadas.  Estoy ciega, porque tú eres todo lo que veo. Y mientras voy caminando hacia la salida, mis ojos vuelven a mirar atrás. Porque no puedo irme, porque no puedo mirarte a los ojos y decirte que cuando cierre los ojos esta noche vas a abrir tus brazos y abrazarme. Y sabes que daría todo por eso. Si gritara ¿Me verías? Porque somos los mismos, con los mismos recuerdos, cambiando el tiempo. Pero vuelves y te vas y todo se derrumba otra vez. Mi cuerpo cae, estoy sobre mis rodillas. Las manos temblorosas tocan mi piel, lo hace más difícil, y las lágrimas caen por mi cara. Si solo pudiésemos tener otra vida desearía ser tu vida, tu voz tu razón de ser, tu amor, tu corazón… Manos silenciosas, voz dormida, intento gritar a pleno pulmón pero lo hace más difícil y diría que casi imposible.