¿Para qué queremos tanto tiempo si lo
vivimos sin lucir una sonrisa? ¿Por qué no somos capaces de avanzar sin
necesitar ser necesarios? ¿Desde cuándo somos tan débiles para dar por bueno que
el rumbo elegido no es el que nosotros escogemos? Hacer lo correcto no sólo
depende de uno mismo y no siempre decir la verdad nos alivia. La verdad duele,
la verdad se esconde, en ocasiones, en una maleza de palabras tan espesa que es
imposible tirar de ella para sacarla. ¿Merece la pena decir siempre la verdad?
A veces necesitas soluciones. Respuestas. Deshacer el puzzle y volverlo a hacer,
colocando bien las piezas. A veces solo necesitas una canción con estribillo
alegre y una película que tenga un bonito final. A veces, con las palabras que
quieres oír y una sencilla sonrisa, basta.