Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.

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Vamos a imaginar que todo lo malo que pensamos de nosotros se esfumase con un soplo de aire. Que todos los estados negativos se tiraran a la basura. Que el miedo a equivocarse existiese solo en las películas. Vamos a imaginar que enviamos a la papelera de reciclaje las inseguridades y los miedos. Los miedos que nos dejan paralizados y nos echa a perder lo que queremos. Vamos a pensar que al mirarnos al espejo, nos gustan nuestras imperfecciones. Que no existe la baja autoestima ni el rechazo acerca de uno mismo. Con esto me gustaría decir que no hay porque tener miedo al futuro. Que nos traguemos el nudo de la garganta para pronunciar las palabras que queremos decir. Que podemos elegir un camino incorrecto y equivocarnos, y cambiar, y que nunca sea demasiado tarde. Vamos a imaginar por un momento que esto es real. Y que podemos lograrlo.