En realidad, soy transparente.
Descubrirías que me gustan los pequeños detalles, si te hubieras fijado en que
jamás tuve las manos grandes. Y si abrieras el primer cajón de mi escritorio,
entenderías todas aquellas cosas que quedaron por decir, e incluso si te
atrevieras a abrir el armario blanco de la cocina, sabrías que me encantan las
galletas de dinosaurios. Puede que si cogieras mi reproductor de música, entendieras
la banda sonora de mi vida, e incluso es probable que si un día miraras la
papelera de mi habitación, te asustaras al ver todos los gritos que he callado.
Llega hasta mi parque, siéntate a mi banco, y sabrás las mil cosas que nunca me
atreví a contarte. Coge mis pinturas, y entenderás que mis dibujos siempre
hablan de mí, incluso cuando a ti te parecen tan solo garabatos de locura. Pon
el ojo en mi cámara y mira el mundo a mi manera, puede que así comprendas todos
mis miedos. Ve, coge mi álbum de fotos y sabrás de qué hablo, cuando digo que
no podría vivir sin mis recuerdos. Pasa el dedo por mis uñas, así quizás
entiendas que soy frágil y me consumen los nervios, o simplemente cierra los
ojos, pon las manos en mis mejillas y sabrás si la vergüenza ha desaparecido.
Acércate a mi cuello y te hablará de mis sensaciones. Pero si quieres, olvídate
de todo lo demás, y mírame a los ojos.
Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.