Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.

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Joder, te echo de menos.


Y miro el reloj y son las diez. Parece que hayan pasado años desde que te fuiste. Y sólo hace dos días.
Los momentos desaparecen con un soplo de viento. Fuera no deja de llover. Frío, eso es lo que siento yo ahora sin ti.
Y ayer te vi en línea y no supe si decirte hola o no, solo buscaba hablarte, como hacíamos antes.
Los minutos se me clavan como agujas, esas que me cosen las heridas del corazón. Supongo que tengo que hacerme a la idea de decirte adiós. Y créeme si te digo que aún conservo algún trozo de esperanza, pidiendo a la vida que me sorprenda.

Pero aquí estoy sin entender nada, charlando con la soledad, queriendo todo contigo. Y ojalá tuviera el valor de engañarte y decirte; que en esta batalla contra tu recuerdo, va ganando mi olvido.