Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.

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Mi mundo entre libros.


Todo sería más fácil si te apartara – me dijo.
-¿Y por qué no lo haces?
-No lo sé… - respondió finalmente. –No lo sé… -repitió más bajo acercando tanto su cara a la mía que podía respirar su aliento. –No lo sé… - susurró de nuevo apoyando su frente contra la mía.

Me oí a mí misma tragar saliva y sentí que él hacía lo mismo. Tenía los labios entreabiertos, esos carnosos labios que me atraían como si de un imán se trataran. Iba a besarme, lo sabía, y deseaba que lo hiciera con todas mis fuerzas. La oscuridad alcanzó su rostro. Ya no podía verlo.