Gotas de lluvia que inundan la ciudad. Oxígeno que me llega a través del humo del cigarro. Manos calientes, aroma a café, labios secos. Aquella melodía que no para de sonar y siento muy lejos. Mi mirada en tus ojos dormidos. Viento que golpea el cristal, y mi perro no deja de ladrar. Velas encendidas y ese olor a vainilla. Tacto suave, páginas viejas que se rompen como susurros, esos que hielan la piel. Silencios agradables, repetitivos, confusos, afligidos. Mar de estrellas, a veces fugaces, como los amores eternos. Versos inacabados en dedos inexpresivos. Las mejillas rosadas mi color favorito, como el verde, a mi lado. Y supongo que todo esto es lo que me hace ser.

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Yo me maté en esa curva, dijo señalando su sonrisa.



Todo el mundo estaba en el jardín. Aproveché que no había nadie dentro de la casa para entrar a la cocina, echarme algo de beber y estar un momento sola. Pero la mala suerte me acompañaba, ahí estaba él.
Sin apenas mirarlo me puse a buscar alguna botella de refresco, pero todas las que encontraba estaban vacías, así que no me quedó otra que preguntarle.
-¿Sabes donde está la Coca-cola?
Él señaló su vaso.
-Lo que quedaba lo he echado aquí. ¿Quieres? – Me tendió el brazo para que probara de su “lo que sea que fuese”.
-¿Qué es?
-Pruébalo. – Apareció una sonrisa en su cara.
Lo miré y negué con la cabeza.
-No gracias, no quiero que me drogues. – Contesté con una sonrisa irónica.
-¿Crees que le he echado algo? – Él sonrió más.
Cogí el vaso y le dí un trago. Mi cara parecía un poema. Aquello estaba asqueroso.
-Puuaag. Lo has cargado mucho.
-¿Qué lo he cargado mucho? ¡Pero si apenas le he echado!
-Pues esto está asqueroso.
Sin decir nada, cogió su vaso, dio media vuelta y atravesó la puerta de la cocina. Menos mal que ya se iba y me dejaba sola. O eso pensaba porque de pronto se giró para soltarme algo de las suyas.
-No me mires el culo.
-¿Qué? – Alcé las cejas mirándole.
-Me estabas mirando el culo. No te culpo porque soy irresistible. Pero podrías cortarte un poquito.
Reí ante aquel comentario.
-Eso es lo que tú quisieras, que te mirase el culo.
Vi como se acercaba más y más hasta quedarse a unos centímetros de mí.
-No mientas. Que alguna vez te he pillado.
-No miento. Y apártate, te apesta la boca a alcohol.
Él le dio otro trago a su bebida, y la dejo en la encimera que estaba justo detrás de mí. Se acercó un poco más.
-¿No te gusta que esté tan cerca de ti?
-Me gustaría si fueses Mario Casas, pero, como eres tú… no.
Me acarició la mejilla con su mano. Me quedé bloqueada al instante. Quería escapar, pero había algo que me gustaba… Si, me gustaba estar atrapada por él.
Mi mente gritaba <<socorro>> y mi corazón  <<no te muevas de ahí>>
-Pues a mí si me gusta estar tan cerca de ti. – Dijo con un susurro. – Y a ti también. No lo niegues. Te tengo loca.
Negué con la cabeza. No podía hacer otra cosa. Me había quedado sin aliento.
-¿Ni un poquito?
Lo tenía muy cerca de mí. Tanto, que ya lo veía hasta borroso. El corazón me latía a mil por hora.
-N…n…no. – Error. Tartamudeé.
Él sonrió. Lo que faltaba.
Me retiró el pelo de la cara, cerré los ojos y me olvidé de todo por un momento. Olvidé que alguien nos podría ver, olvidé que era él, olvidé que lo odiaba…
En ese momento el espacio que había entre nosotros desapareció al acercar sus labios a los míos.
Él me rodeó la cintura con sus brazos y yo puse los míos alrededor de su cuello.
Una parte de mi no quería parar, quería seguirle los besos. Pero la otra me decía que no era buena idea. Sin embargo, me dejé llevar por lo que sentía, no podía pensar con claridad estando tan cerca de él. Noté una explosión de sentimientos. Era increíble lo que podía sentir en aquel momento, tanto, que no podía describirlo con palabras. No pensaba, solo le besaba.
Aun así, no sé como, pero conseguí apartarlo. Respiraba agitadamente mientras apoyaba su frente en la mía.
Suspiró suavemente.
-Oh, mierda… -Susurré con los ojos cerrados mientras seguía con mis brazos rodeándole el cuello.
Él soltó una risita nerviosa.
Abrí los ojos y me encontré con su mirada que le brillaba al mirarme.

-Pues si. –Confesé. – Creo que me tienes loca.